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Bokerón Rugby Club

Ven a divertirte con nosotros

Va bien pa lo tuyo

Un club de Rugby veterano formado por señores talluditos, pero interesantes, de diversas razas, nacionalidades, complexiones, pesos, pelajes y condiciones. Todos hermanos de todos.

Porque independientemente de cómo seas, tu estado físico o mental, si tienes experiencia en rugby o jamás has tocado un balón, si eres feo, guapo, alto, bajo, entradito en carnes (gordo), enjuto (canijo), si padeces de pies planos, juanetes, alopecia severa, hirsutismo (si padeces un ozito), mal de amores, estrés…

Si padeces de matrimonio, soltería empedernida, falta de capacidad de concentración, tensión alta o baja o cualquier trastorno asociado al tiempo (al tiempo que hace que viniste al mundo), sea cual sea tu estado y condición, las tres cosas realmente necesarias para que seas BOKERÓN son:

 Ser buena persona, humildad y ganas de disfrutar…

Y por supuesto, que te inscribas.

Juega al rugby

Va bien pa lo tuyo

El esfuerzo, con diversión, entra mejor

Resultados probados

Son múltiples los testimonios de bokerones que no habían tocado un balón, pisado un campo de rugby ni disfrutado de un tercer tiempo. La constancia en el entreno (de los tres tiempos) te proporcionará un cambio de estado físico incuestionable.

Esto no es fútbol

Aquí no juegan las estrellas. Es el equipo. Todos formamos parte del mismo organismo. La capacidad de trabajar en grupo minimizará tus debilidades y amplificará tus fortalezas. El equipo es mucho más que la suma de las partes. El equipo es la leche.

Sí, hay muchos golpes

No es un falso mito: en el rugby terminamos calentitos de zurrarnos conforme a las normas, diseñadas para no hacernos (mucho) daño. Esto mejora nuestra condición física, pero más allá de esto, entrenar así un par de veces a la semana ayuda a liberar estrés de una forma bárbara. Los masajes están sobrevalorados: una buena tunda un par de veces a la semana y vas a estar más suave que un guante de piel de muflón.

 

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¿Por qué entrenar?

Programa de entrenamiento

Si quieres ven a probar unos cuantos entrenamientos antes de tomar la decisión de hacerte BOKERÓN:

  • Los domingos a las 10:30h en la Playa de El Palo (Málaga), frente al restaurante El Narval. 

     

     

    Fuerza

    Da igual cómo empieces. Da igual la edad que tengas. No importa que no puedas ni levantarte de la silla cuando llevas dos horas sentado. Da lo mismo si no has jugado al rugby en tu vida. Cuando seas BOKERÓN, en pocos meses vas a estar hecho un mulo.

    Resistencia

    ¿Cansado de tener que pararte en cada tramo de la escalera a descansar? Con el programa de entrenamiento BOKERÓN en unos meses seguirás parándote en cada tramo pero subirás los escalones de dos en dos.

    Be sexy, my friend

    Esto está más que comprobado. No hay nada más sexy que un jugador de rugby. Aviso: a veces es algo embarazoso que te paren por la calle a comentártelo. Pero es el precio de ser bokerón.

    Lo que dicen los bokerones

    Testimonios reales

    «De rugby no hablaré. Hay mucha gente que ya lo está haciendo muy bien, gente más cualificada y más legítima que yo para hablar de esto.

    Se me pidieron unas palabras como capitán, pero tampoco considero que sea el foro adecuado. Las palabras del capitán son para el vestuario, los partidos, … en mi opinión, son palabras más íntimas y difícilmente extraibles de su contexto
    ¿Qué me queda ? En estas circunstancias, lo mejor es hablar de mí y de este club, de nuestra historia común.
    Empezamos hace unos 6 años en la playa, tres padres, tres profesores y los niños … obligados. Nos veíamos una vez cada tres semanas en la playa de la Caleta, y poco a poco la gente se ha ido apuntando, muchos no habían jugado nunca al rugby, algunos descubrieron que la pelota se pasaba hacia atrás mirando vídeos en YouTube … Una verdadera arca de Noé con gente de países distintos, algunos peleados con el castellano, de horizontes muy dispersos, con o sin familia, algunos más perdidos que otros …. y hasta unos chavales que hemos acogido y que se han quedado. A veces fallamos, y por desgracia el injerto no siempre funciona.

    Más allá de la cuenta Instagram, de toda una gama de productos derivados (incluyendo una cerveza), de los 5 grupos de WhatsApp (uno para el rugby, otro para las bromas, otro para salir, otro para la lotería – en España no puede ser de otra manera – , y el último que no podía faltar: sólo para los delanteros), lo que hemos conseguido es sobre todo crear un grupo de amigos, un equipo y un club.

    Hoy tenemos un coach, un presidente, ya un ex presidente, un magnífico campo para entrenar, el Manuel Becerra en el Rincón, entrenamos dos veces por semana (hemos mantenido el domingo en la playa que forma parte de nuestro ADN pero nos hemos pasado a las Acacias donde la cerveza es más barata), jugamos un partido al mes y ya hay algunos bokeroncitos jugando con una pelota ovalada. La aventura sigue.

    Hemos crecido, aprendido un montón, yo el primero, y no sólo de rugby. Cada uno lo vivirá a su manera pero yo ya necesito mi dosis semanal, de rugby y de amigos. Tengo claro que este club me aporta mucho más de lo que yo le doy.

    No sé si sólo el rugby permite esto, quiero pensar que estas aventuras se pueden vivir con cualquier deporte colectivo. Finalmente, parece que no me quedó más remedio y acabé hablando un poco de rugby, de nuestro rugby.»

    El capitán.

    «La primera de las veces que acudí a entrenar a la playa no las tenía todas conmigo. Hacía años que el único ejercicio que desarrollaba era entrar y salir del coche. Y me costaba mucho. Había estado en aburridos gimnasios llenos de sudorosos músculos y espejos, alimento de vanidades ajenas donde nunca me sentí integrado. Ocasionalmente jugaba al paddle, pero al final entraba en una dinámica de recoger errores del suelo y devolverlos con la pala. No era ni deporte ni diversión. Intenté también salir a trotar pero ya mi peso y mis rodillas eran excusa suficiente para dejar de intentarlo. A mis 44 solo me quedaba lo de «mens sana», porque lo de «corpore sano» cada vez iba a peor puerto.

    Recuerdo todas las dudas del principio, sobre todo las dos o tres primeras veces que algún animalito me tumbó porque a cualquier otro se le ocurrió pasarme el balón. Recuerdo que siempre había alguien para levantarme y otro alguien para explicarme qué tenía que hacer para que no me hicieran daño, para que no me tumbaran o simplemente para que el juego siguiera en continuidad. Recuerdo que a las segundas vueltas de calentamiento el pecho me ardía y el corazón se me salía por la garganta. Pero paraba, andaba un rato, volvía a correr con la manada y todos tan contentos. Jamás nadie hizo más que ayudarme. Jamás nadie me presionó para que siguiera corriendo. Pero todos me fueron animando cuando, semana tras semana, esas vueltas iban siendo cada vez menos pesadas y yo iba aguantando en cada entrenamiento un rato más de ejercicio.

    Recuerdo los primeros partidos, cuando no aguantaba rachas de más de 10 minutos sin pedir cambio. Recuerdo no saber dónde colocarme ni qué hacer exactamente porque nunca en mi vida había jugado al rugby. Pero siempre había un animalito que me decía dónde ponerme, qué cubrir, dónde atacar… Ha sido todo tan fácil, tan divertido, que no me creo que cuatro años después haya cambiado parte de la grasa por músculo, aguante un partido completo sin cambios y siga cometiendo errores en el juego que me hacen aprender cada día de este deporte que es tan grande que se tarda un par de horas en comprender pero toda una vida en aprender.

    Ese primer día un sabio me dijo «Tú vente a entrenar con nosotros. No importa que no conozcas este deporte. Es una cosa muy sencilla: Las hostias siempre son las mismas. Si somos más, cabremos a menos cada uno». Y aquí estoy. Y aquí estamos.»

    Señor Gordo.

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    Carta del Presidente

     

    Se suele decir del rugby que es “una escuela de la vida”. Pero ¿de qué tipo de vida estamos hablando?

    Una de las cosas que más me gusta en el mundo del rugby de afición es que es un modo de vida que se resiste al dictado de lo políticamente correcto, de las modas y de los criterios estandarizados de apariencia y comportamiento.
    Donde la educación moderna te empuja a desarrollar tu propio individualismo hasta hacerte creer en la unicidad de tus experiencias, el rugby te enseña que eres parte de un todo en el que no eres imprescindible pero sí necesario, porque los otros cuentan contigo.
    Donde la moda y la publicidad te culpabilizan de no tener el cuerpo perfecto, irreal, de sus modelos, con el fin de obligarte a comprar por lo menos la cáscara que te dé la ilusión de que lo tienes, el rugby ensalza la gordura hasta el punto de sustantivar el adjetivo “gordo” para nombrar la aristocracia de este deporte tan inclusivo.
    Donde te hacen creer que tú decides porque tú sabes, el rugby te enseña la humildad y el respeto al otro, ya sea el entrenador, el árbitro o el jugador que tienes en frente o a tu lado.
    Donde la antigua orden simbólica que te hacía crecer poco a poco ha desaparecido progresivamente para dejar el paso al goce inmediato y compulsivo, el rugby sigue enseñándote que el camino hacia la satisfacción es progresivo y que dicha satisfacción es proporcional al esfuerzo que has desarrollado para alcanzarla.

    El Bokerón Rugby Club se inscribe totalmente en esos valores de respeto colectivo y tolerancia al otro, quizás más aún por haber nacido de un grupo de cuarentones mayoritariamente inexpertos y sin pretensiones en cuanto a su rendimiento deportivo.
    Sin embargo, ese grupito de aficionados simpáticos y sin ambiciones ha ido transformándose en una familia numerosa que se hace respetar en los campos de Andalucía por el juego que da en los tres tiempos del partido.

    No sé con certeza detrás de qué estamos corriendo cuando perseguimos a esa pelota imprevisible – nuestra juventud perdida, una familia de sustitución, la búsqueda de un ideal relacional parecido a la del Santo Grial que unía a los caballeros de la Mesa Redonda?..
    Lo que sé en cambio es que estamos orgullosos de dedicarnos a este deporte en el marco de este club porque ambos nos hacen sentir mejores personas.
    Aunque se pare mañana, la aventura habría sido todo un descubrimiento de gran riqueza humana, como la vida misma.
    Procuremos hacerla vivir mucho tiempo para que sigamos aprendiendo de ella, como lo que entendemos que es el
    Rugby: una escuela de la vida real, no de una vida artificial y pretenciosa inspirada en héroes inverosímiles.

    Christophe Meyer,
    Presidente de Bokerón Rugby Club

    ¡Te esperamos!

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